«Desde la noche que sobre mí se cierne, negra como su insondable abismo, doy las gracias a los dioses, si existen, por mi alma inconquistable.
Caído en las garras de la circunstancia nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira yacen los horrores de la sombra, pero la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuan estrecho sea el camino, cuan cargada de castigos la sentencia.
Soy el amo de mi destino. Soy el capitán de mi alma.»