
-No tenía intención de ser grosera. Lo que pasa es que…, bueno, iré directa al grano. Me han diagnosticado un cáncer de ovarios.
-Sí, ya entiendo. Eso es muy duro.
-Todavía no se lo he dicho a mi hija. Tiene trece años. Y es que parece tan injusto… Irreal. Sólo quiero saber por qué me ha ocurrido a mí.
-Bueno. Pues no lo sé. Lo que sí sé es que no se debe a que hicieras nada malo, si es lo que estás pensando. No es algo que te merezcas.
-No, ¿verdad?
-No, Georgia Walker, no lo es. – El padre Smith negó con la cabeza.- De entrada te diré que no tengo todas las respuestas que puedas estar buscando. No soy Dios. Pero puedo decirte algunas cosas que creo.
-Por favor…
-Creo que a veces los problemas médicos simplemente ocurren, no son pruebas cósmicas; no son el castigo por todas las cosas malas que uno ha hecho durante toda una vida. No se trata de una reparación moral del universo. No es más que un fallo en el cableado.
-De acuerdo, y…
-Y creo que Dios llora cuando sufrimos; llora con nosotros y nos apoya. Pero creo también que se mantiene a distancia y deja que solucionemos las cosas. Deja que los médicos hagan su trabajo. Deja que tu cuerpo sane por sí solo.
-¿Y si no sana?
-Entonces, Él te recibe con los brazos abiertos. En realidad, Dios no está relacionado con el cuerpo, ya sabes, sino con el alma.
-Así pues, si rezo mucho, ¿me pondré mejor?
-No, no, no es eso lo que quiero decir, ni mucho menos. La oración no es una especie de seguro divino. Es sólo una manera de comunicarse, un modo de abrir tu corazón.
-Según esta definición, una conversación sincera con cualquiera es una manera de rezar.
-En eso tienes razón, Georgia Walker.
No siempre obtenemos lo que nos merecemos.
Unas veces obtenemos más, otras, menos.
Al menos obtenemos algo.